Portavoces: entrenarse para actuar con eficacia

La comunicación empresarial e institucional exige de buenos portavoces capaces de transmitir los mensajes de interés para las organizaciones. Hay personas que nacen con un talento natural para la comunicación, pero ese talento hay que potenciarlo con entrenamiento, y más si cabe en aquellos casos en donde las dotes no son innatas. Son diversas las características que deben reunir los que calificamos como expertos portavoces: autoridad, credibilidad, autodominio…

Hoy nos vamos a centrar en una muy concreta: la capacidad de divulgación, uno de los atributos de los que suelen hacer gala los buenos portavoces.

No cabe duda de que uno de los valores a destacar en un buen comunicador es su capacidad de divulgación y de llegar con claridad al destinatario. La comunicación se fundamenta, no tanto en emitir mensajes, sino que éstos sean recibidos, y comprendidos, por sus destinatarios.

De ahí la importancia de conocer las claves de la articulación, eficaz, de los mensajes, que implica muy diversas virtudes: claridad, concisión, sencillez y brevedad. Objetivo, extraer lo fundamental del conjunto del discurso que podamos tener en la cabeza, sintetizarlo, estructurarlo de una manera atractiva, y lanzarlo a la audiencia con el desafío de que despierte el interés de los públicos objetivo. 

Y para ello resulta capital exponer los temas de una manera accesible a todos los receptores que nos interesan “poniendo -como subrayan conocidos expertos en materia de comunicación- las cosas al tamaño del hombre”, es decir, eliminando lo complejo, subrayando lo sustancial, seleccionando el lenguaje adecuado y, divulgando, explicando los temas de una manera comprensible al común de los ciudadanos, para despertar opiniones o reacciones. Solo de esta manera estaremos practicando una comunicación eficaz.

Para poder comunicar con precisión de forma accesible a los públicos objetivo, resulta fundamental dominar el tema a tratar con gran rigurosidad y en sus aspectos más complejas. La tarea del portavoz será precisamente esa, y de ahí su mérito, extraer el “grano de la paja”, elegir la terminología adecuada, estructuras los mensajes de una forma coherente y comprensible y, algo muy importante, poner ejemplos, y aportar datos reveladores, que faciliten la percepción de los contenidos.